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Semblanza: Edguitar, una cara emblemática de Comunicación

Alina Rodríguez / alina.ror@gmail.com

 

Edguitar tiene casi tres décadas de trabajar para la ECCC. Crédito de la foto: Rogelio Jiménez.

 

Sentado en las oficinas del CEPROAV, Edgar Valverde -mejor conocido por todos como “Edguitar”- devuelve el saludo a los estudiantes que entran y salen. Tiene una voz ronca y un semblante muy serio. Sin embargo cada tanto lo suaviza con una sonrisa mientras conversa.

No hay discusión en que es uno de los personajes más conocidos de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva. Y no es para menos. Lleva décadas trabajando allí y son bastantes las generaciones que ha visto estudiar, crecer y graduarse.

A pesar de que toda una vida trabajó en el antiguo cuarto oscuro de revelado, afirma que nunca lo picó el gusanito de la fotografía. Sin embargo, extraña su trabajo en el laboratorio.

A pesar de todas las horas que pasa en San Pedro, don Edguitar viene de un poco más lejos: “Yo soy Cartago de nacimiento. Nací hace muchos, pero muchos años….” Pero luego se detiene a reír cuando se le pregunta por la edad: “No, no, no. Eso yo no lo cuento”.

Llegó a la ECCC hace casi treinta años, luego de haber trabajado en medios de prensa.  “Fue precisamente la mamá de un profesor (de Edgar Martín) doña Nora Ovares, la que me dio la campanada para que me viniera para acá. Ella fue mi mentora y siempre le voy a estar muy agradecido”, recordó.

Antes de la ECCC

“Bueno, yo trabajaba en medios de comunicación escritos. Trabajé en el Excelsior del 76 al 78. Como el periódico quebró, entonces luego me di como un año sabático. Más tarde ingresé al periódico la República, en 1979. Ahí fue donde conocí a Doña Nora”, recuerda.

En los periódicos don Edguitar tenía diferentes funciones: “Originalmente en el Servicio Internacional, yo era el encargado. En ese tiempo la noticia venía por teletipo, entonces yo arrancaba los cables, los clasificaba y los corregía”.

También se encargaba de las ”radio-fotos” que enviaba la agencia Associated Press desde New York. Fue por trabajar con esas fotografías que poco a poco se fue metiendo con el trabajo de los que se encargaban del laboratorio.

“Yo veía trabajar a los fotógrafos y, ¡púchica!, de veras que me interesé en eso. Me gustó y me enseñaron. De manera que aprendí todo al dedillo”. A partir de ahí se fue metiendo hasta que un día “lo echaron al agua” y él solo se hizo cargo del cuarto oscuro.

“Aunque como en todo uno comete errores. Una vez había una información que si era muy… Nada más le pongo que era Nicaragua. Yo me había encadilado y prendí la luz. ¡Todo el trabajo que habían hecho en la frontera lo eché a perder!”, recuerdó. No sin antes aclarar que al final, por dicha, todo se resolvió.

El día a día

Todos los días se levanta en su casa en Cartago centro, cerca de la casa en que nació, y donde vive con su familia. “Cuando me casé tuve que rodar mucho –como es natural- pero después regresé por esos mismos lares y todavía vivo allá. Y no pienso salir nunca más”, afirma bien seguro.

Cuando en 1985 Nora Ovares  le sugirió que ayudara con el laboratorio de fotografía de la ECCC, él “ni lerdo ni perezoso” aceptó y puso su renuncia en la República. “Era exceso de trabajo (en el periódico) y por una paga paupérrima, era pésima”.

Edguitar fue el encargado del cuarto oscuro durante muchos años.

 

Cuando llegó a la escuela nadie sabía que iba a ingresar, pasó un tiempo en período de prueba hasta que lo aceptaron y a los dos años ya tenía propiedad. “En esos tiempos el curso de foto que daban acá, ‘Producción fotográfica’, no estaba en la carrera. Era optativo pero don Mario Zeledón, siempre lo mantuvo con cursillos que hacía. Y doña Nora le ayudaba”.

Don Edguitar recuerda que cuando se abrió el curso de Producción Fotográfica para toda la carrera el trabajo era mucho porque el laboratorio era “extremadamente grande” y se llenaba.

Asegura que él intentaba ayudar a los estudiantes en todo lo que podía. “Yo tengo dos hijas entonces no me costó para nada adaptarme a la persona joven”, explicó.

Sin embargo, lo que si le costó fue aceptar el cambio cuando quitaron el cuarto oscuro de la escuela y, en su lugar, lo reemplazaron con los actuales laboratorios de computadoras.

“Bueno, lo del laboratorio (de fotografía) a mí me dolió en el alma. Era como un hijo de uno. Así se lo digo, pero diay, hay que apechugar”.

Ahora don Edguitar trabaja en el CEPROAV y se encarga principalmente del préstamo de equipo y apoyo a los profesores en diferentes cursos. Se molesta al pensar en los estudiantes que no cuidan las cámaras y equipos que la escuela presta.

“Aunque (el equipo) no es de uno, a veces duele mucho cuando lo echan a perder. Se lo digo con toda la sinceridad del mundo. Seguro piensan:  ‘la U paga’. Pero no se trata de eso tampoco. Tenemos que cuidarlo”.

A pesar de los “jalonazos de orejas” que de vez en cuando le tiene que dar a los estudiantes, don Edguitar no duda al decir que le gusta mucho su lugar de trabajo. Aunque le costó integrarse cuando entraron todos sus compañeros del “CEPRO”, al final “vale la pena porque uno se rodea de muy buenas personas”.

Al terminar su jornada, don Edguitar regresa a su querido Cartago con su familia. “Soy muy casero”, afirma al explicar que la mayor parte de su tiempo libre la pasa allí. Viendo tele, escuchando música de su Ipad, paseando al perro y cortando el césped.