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Semblanza: Ignacio Siles: estudioso de artefactos y de sueños

 

Por David Quirós

En 2008, Siles publicó “Sueño en.red.ado” donde investigó la historia de Internet en Costa Rica. Actualmente, trabaja en un libro basado en su tesis doctoral.

 

El profesor Ignacio Siles González, quien acaba de regresar a las aulas de la Escuela de Comunicación tras obtener su doctorado en el exterior, es un estudioso de los artefactos y de los sueños, de esas esperanzas, obsesiones y deseos que los seres humanos depositan en las nuevas tecnologías.

Siles, de 37 años, es especialista en estudios sociales sobre la ciencia y la tecnología, un campo de la comunicación que le ha permitido entender –y cuestionar– las ilusiones y expectativas sociales que se generaron con la aparición de plataformas como Internet, los blogs, Facebook y Twitter.

Hijo de la exrectora de la Universidad de Costa Rica Yamileth González, este investigador siente la academia como algo “natural” desde su niñez.

Siles obtuvo su grado de Ph.D. en Comunicación, Tecnología y Sociedad en la Northwestern University, en Estados Unidos. Además, cuenta con una maestría en Comunicación de la Universidad de Montreal, en Canadá, y colabora en una investigación que incluye cerca de 300 entrevistas en tres países distintos sobre la crisis de la prensa escrita.

El profesor Siles se declara amante de los estudios comparados y de su familia, en especial de su hija Lea, de un año.

-¿Cómo fue su infancia, en un ambiente familiar tan cercano a la academia?

Siempre lo vi muy natural, siempre me pareció que dedicarse a la academia es una de las cosas más estimulantes intelectualmente que podía existir y además es un concepto en el que yo creo mucho. Tengo dos hermanas muy cercanas, nos llevamos año y medio cada uno. Hasta el día de hoy, yo te diría ellas son mis mejores amigas y las personas más cercanas.

-¿Qué le interesaba ser de niño, tenía alguna otra vocación?

Sí, en mi familia de parte de papá todos son músicos, pero creo que el gen se brincó una generación. Sí aprendí a tocar varios instrumentos –bueno, un instrumento, la guitarra- e hice la prueba para entrar a la Sinfónica Juvenil y la gané, pero nunca entré. A veces me digo si hubiera estado bonito tratar de…

– Y hablando de la maestría en Canadá y el doctorado, ¿cómo se dio esa oportunidad de estudiar en el exterior?

Bueno, la Escuela en ese momento particular estaba enviando gente a estudiar afuera. Creo que fuimos varios que nos fuimos en el transcurso de unos dos o tres años. Y, francamente, Canadá (donde estudió la maestría) era más barato, bastante más barato que Estados Unidos (ríe). Canadá es un país muy abierto, muy respetuoso. Abierto a la diversidad cultural de una forma muy vivencial, no es solo el discurso.

-¿Cuánto duró esta maestría?

La maestría duró dos años, yo me extendí un poco más porque a mitad de camino cambié de director y de proyecto. Descubrí una nueva área de especialidad y decidí que quería hacer eso: la sociología de la tecnología. Este nuevo mundo de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología era una oportunidad de descubrir qué era el significado de las tecnologías en la sociedad desde acercamientos mucho más interesantes, mucho más ricos, mucho más productivos, que para mí fue descubrir un mundo nuevo.

-¿Por qué decidió estudiar la historia del blog para su maestría?

En el mundo de la tecnología hay ‘revoluciones’ cada 15 días. La que a mí me tocó cuando llegué a Canadá era la revolución del blog y todo el mundo vendía el blog como la salvación para la democracia y cosas así. En ese momento, curiosamente, el blog estaba siendo vendido como la solución para el periodismo.

-Tras obtener este grado, ¿cuál fue su siguiente proyecto?

Regresé a la Escuela, empecé a dar clases en la Escuela. La Escuela tiene cosas muy bonitas, siempre llega gente muy interesante, gente con una curiosidad especial por el mundo. Siempre disfruté mucho mi paso por las clases y también me dieron chance –y en eso estoy sumamente agradecido con la Escuela- de hacer investigación.

De eso surgió, efectivamente, el libro que escribí sobre la historia de Internet (“Por un sueño en.red.ado”, 2008). Literalmente surgió como una duda que yo tenía haciendo la tesis de maestría. Un día de tantos, me puse a buscar información sobre el tema de Internet en Costa Rica y no encontré nada que me dijera cómo llegó a Costa Rica. Entonces me propuse eso como un proyecto de investigación y en la Escuela fueron suficientemente amables y creyeron en mí como para abrir ese proyecto y resultó en ese libro.

-¿Cómo surgió la oportunidad de estudiar su doctorado en la Northwestern University, en Estados Unidos?

Yo lo estaba buscando. Después de hacer la maestría estaba seguro que quería empezar el doctorado, pero me tomé algunos años para madurar las ideas de exactamente en qué. Porque, como te digo, en la maestría descubrí este mundo de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología y durante mucho tiempo no supe si quería hacer mi doctorado en ese campo o si quería hacerlo en Comunicación.

Finalmente encontré un programa y una persona que me permitía combinar ambos. Por eso apliqué ahí, apliqué también a la beca Fulbright y se dieron las dos cosas, entonces me fui para el norte de Chicago que es otra ciudad maravillosa.

Estaba seguro que quería estudiar con personas que estaban en Estados Unidos. Y a mi director de tesis de doctorado (Pablo J. Boczkowski), el mejor mentor que pude haber tenido, le debo… me enseñó todo lo que sé. Una persona sumamente generosa en su ética de trabajo y en su visión de vida, hemos publicado juntos, hemos escrito juntos y, además, un excelente amigo.

– ¿Qué investigó en su tesis de doctorado, donde también se acercó al tema del blog?

Lo que hice fue estudiar esos tres grandes períodos en la historia de la web que tiene que ver con el surgimiento a mediados de los años 1990 de ciertos tipos de sitios web que se convirtieron en un blog. Luego, a partir del año 2000, empecé a estudiar cómo, en esa misma “revolución”, el blog se convirtió en el medio excelente para salvar la democracia, etcétera, etcétera.

El último período que estudié fue la transición del blog a otras formas de expresión personal en la web. Tiene que ver con Twitter, por ejemplo, con formas más cortas, esas otras formas donde uno tiene que fragmentar en “posts” muy cortos y constantes quién es uno.

Ignacio Siles en su primer día de trabajo de campo en San Francisco, Estados Unidos, para su tesis de doctorado. También investigó en París, Francia, para hacer un estudio comparado de la historia de la web como medio de expresión personal.

-En la vida cotidiana, ¿se considera “geek” (amante de la tecnología)?

¡Qué difícil! Hay niveles de niveles. Nunca aprendí a programar, aunque ahora me arrepiento de no haberlo hecho. Sí hace la vida más fácil en algunas cosas y otras no. Nunca haría fila en Apple por el más reciente nada de ningún producto de ese tipo, pero sí tengo un iPhone, ahí está la contradicción.

-Actualmente, usted es parte de un equipo que investiga sobre el impacto de la caída de la prensa escrita en París, Chicago y Buenos Aires. ¿Cómo se puede entender desde su especialidad en sociología de la tecnología?

El periódico es una tecnología, solo que la hemos normalizado tanto que ya no la vemos así y no la llamamos “nueva tecnología”. Es nueva en el sentido que no siempre sabemos cómo hablar de ella: está en un proceso de transición/crisis/declive/ocaso en el que no tenemos muy claro qué va a pasar ni quién gane o quien pierde con todo esto.

Algunas personas han puesto su esperanza en que Internet supla ese espacio que se pierde para la esfera pública con la caída del periódico.

Tendemos a hablar de la “revolución del blog”, “la revolución de Twitter”, la “revolución de las redes sociales”, y esas revoluciones en realidad no sabemos si a largo plazo tengan los beneficios sociales que tanto quisiéramos que tengan.

En realidad, uno tiene que pensar en las dos: no solamente es la aparición de ciertos artefactos, sino la historia de nosotros como seres humanos, nuestras necesidades, nuestras obsesiones, nuestros sueños, nuestros deseos y cómo tratamos de materializarlos con artefactos.

-¿Reparte bien el tiempo entre universidad y familia?

(Ríe) Sí, sí, estamos casados como desde hace 8 años y tuvimos una hija hace un año, se llama Lea. Ha sido lo más bonito en la vida, francamente, es lo más bonito del mundo. No hay palabras para explicar lo bonito que es.

-Su mamá es la exrectora Yamileth González. ¿Le interesa llegar a ese puesto alguna vez?

(Ríe) No, para nada, no, eso requiere mucho. De verdad yo la admiro enormemente, probablemente es de las personas en el mundo que más admiro como persona y como profesional, pero no. Tal vez porque lo vi de cerca; no es fácil.

Lo mío literalmente es la investigación y quiero seguir haciendo carrera en eso más que en otros espacios, creo que es donde más puedo contribuir. Es que requiere cierto tipo de personalidad, también. Ni a la dirección de la Escuela (ríe).