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Semblanza: Guiselle Mena: pieza fundamental del motor que mueve la ECCC

Alina Rodríguez R. / alina.ror@gmail.com

 

Guiselle Mena tiene 23 años de trabajar en la ECCC.

 

Cuando Guiselle empezó a trabajar en la ECCC, no había gran diferencia de edad entre ella y los muchachos que empezaban la carrera de comunicación. Ya estaba casada, aunque aún no tenía hijos. Más tarde, consiguió el medio tiempo en la secretaría mientras estudiaba Psicología en esta misma facultad.

Desde 1991 trabaja en las oficinas de la ECCC, una escuela que ella describe con una risa como “interesante”. Dice que es muy diferente a otras facultades donde el ambiente es más formal, más serio y la división entre sector docente, estudiantil y administrativo es mucho más abrupta. “Aquí no, aquí estamos como mezclados”, afirma.

En la escuela ha realizado siempre labores administrativas, actualmente desempeña el puesto de Asistente de la Dirección, por lo que su trabajo principal consiste en colaborar con la directora y  los demás docentes.

Sin embargo, quizás por todos sus años de experiencia, es inevitable que caigan a su escritorio otro montón de preguntas y cuestiones que solo ella, que ha visto a la escuela evolucionar y transformarse, sabe.

Ha visto pasar muchas generaciones y a varios estudiantes los va visto volver convertidos en profesores: Jorge Zeledón, Gustavo Verduzco, Ignacio Siles son parte de ellos. También hay otros que con el tiempo se han convertido en comunicadores reconocidos a nivel nacional como Edgar Silva, Adriana Duran o Isabel Ovares.

“Es bonito verlos realizados y ver que son exitosos porque uno siente que uno colaboró de alguna manera con el proceso”, afirma.

Otros proyectos

Sentada en los escritorios ubicados adentro de la sección administrativa de la ECCC, Guiselle Mena trabaja todos los días desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Está casada, tiene dos hijos y vive en Desamparados. Por eso su día siempre empieza desde las 4 de la mañana y termina a las 11 de la noche. Eso sí, con una pausa obligada para cenar en familia todos los días: “Es el único momento en que estamos todos juntos”.

Su familia es de San Marcos de Tarrazú, en la zona de los Santos,  y allí vivió los primeros dos años de su vida. El recuerdo de las vacaciones cogiendo café allá con sus familiares puede ser el motivo por el que ella y su esposo anhelan construir una casa y pasarse a vivir a una finquita que tienen.

No terminó de estudiar porque se puso a trabajar y luego quedó embarazada de su primera hija, “la vida lo va llevando a uno por caminos completamente distintos”, comenta. Sin embargo después de veinte años de haber dejado su primera carrera, Mena no descarta la idea de volver a la estudiar. A pesar de que no cree que vaya a terminar psicología, si le gustaría entrar a una carrera como administración, más afín al trabajo que realiza.

Se divide el tiempo entre el trabajo en la escuela, el oficio de la casa, el trabajo como “taxista” de sus hijos y su rol de esposa. Pero a pesar de su vida atareada, siempre deja espacio para aprender cosas nuevas.

Hace algunos años, ella y Patricia Coto –su compañera de trabajo- pasaron un momento que califica como frustrante cuando una persona que solo se comunicaba por lenguaje de señas llegó a la ventanilla de la ECCC. Por ese motivo, y otros más personales, ahora estudia LESCO en la UCR.

Su hija estudia educación especial, y juntas sueñan con algún día poder abrir un centro educativo para niños discapacitados, por eso también la entusiasma el aprendizaje del lenguaje de señas.

“Yo creo que nunca va a llegar el momento en que diga: ya, terminé. Siempre habrá algo más…”, reflexiona al hablar de todos sus proyectos.

Sin embargo, no hay duda de que Mena está contenta con sus años trabajo en la ECCC: “Aquí he logrado encontrar amistades verdaderas, gente con quien he logrado traspasar la parte laboral y con quienes uno ha logrado hacer una relación de familia. Al final, el balance que yo puedo hacer es que lo más importante han sido esos cariños”, asegura.