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Semblanza: Mari Lissandra Lopardo: “Llegar aquí no fue fácil”

Por Gloriana Paz /  Gpaz@jotabequ.com

 

Mari Lissandra Lopardo es Directora Digital del Grupo Jotabequ y docente de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva.

 

Su trayectoria en el mundo de la publicidad es muy amplia y su experiencia y estudios le han permitido desarrollarse como una de las mejores del país.

Entró a la carrera de Comunicación en la Universidad de Costa Rica queriendo ser periodista, como Pilar Cisneros, pero en un mes se dio cuenta de que le gustaba más la publicidad. Entonces sacó el Bachillerato en Ciencias de la Comunicación y una Licenciatura en Publicidad en la UCR y comenzó a formarse en el área de creatividad.


“En ese entonces ser creativa me parecía lo más non plus ultra del mundo. Por eso, cuando don Marcos Blanco Campos me ofreció el puesto de creativa junior medio tiempo en Radio Uno, sentí que me había pegado el ‘Gordo’ con 5 enteros”, declara.

En Radio Uno trabajó por dos años. Allí ayudó a hacer miles de cuñas de radio anunciando bailes con discomóvil en colegios.

“Hice cuñas para tiendas de ropa como Angelos Boutique, Penny Lane y Mango Surf Shop. Además, tuve el honor de participar de la campaña de relanzamiento de Radio Uno, que estuvo a cargo de don Marcos Blanco y que fue todo un acontecimiento nacional para la época, solo que estuvo muy adelantada a su tiempo y poca gente la entendió, pues Radio Uno pasó de ser una emisora envejecida a una alternativa y, como en este país todos somos un montón de polos, la vara no se entendió, pues en 1991 lo más sofisticado que se escuchaba era Madonna para la masa y Nirvana para los super-recontra-cool”, explica.

Entonces, a menos de 2 meses de haber lanzado el nuevo sonido de la Uno, Marie fue despedida; pero su desempleo duró 24 horas, pues Marcos Blanco la llevó de productora de Radio Junior a trabajar a Jotabequ.

“Tal upgrade laboral me provocó mi primer orgasmo múltiple”, asegura. Estamos hablando de 1992.

En Jotabequ estuvo solo un año como productora audiovisual y fue allí donde aprendió el significado de la palabra «palmarla», pues, con frecuencia, la mandaban a supervisar los audios de comerciales.

“Eso era lo último que se hacía, así que pasé infinidad de madrugadas encerrada en Videotek con Fidel Gamboa y su mal humor (que en ese entonces me parecía supersexy) hasta que se me complicó el horario laboral con la U y decidí renunciar para terminar la tesis de licenciatura y optar por una beca para estudiar fuera del país”, comenta.

Ella quería ir a Inglaterra a estudiar lo que fuera, pues le encantaban Los Beatles, Rod Steward, Robert Palmer y todo lo que fuera New Romantics o New Wave. Se puso a aplicar a cuanta maestría apareciera. Primero quería estudiar cine, luego vídeo, después estudios de género, más tarde filosofía del arte y por último, vio un curso sobre nuevas tecnologías y pensó: “Esto es más moderno. Voy en esas…”.

Así que, en realidad, llegó a digital, porque le pareció que era el futuro. “Al momento de optar por esa carrera, no tenía ni la más puta idea de qué iba a aprender”, indica.

Marie se quedó en Londres 7 años, viajó por el mundo, tuvo novios de varias nacionalidades y aprendió a hablar como Emma Watson.

“Yo siento un amor irracional por ese país y algún día volveré a vivir allá. Estoy segura de que soy una reencarnación latina de alguna cortesana inglesa o una pariente lejana de Jane Austen”, asegura.

Proyectos inesperados y muchas emociones

Marie cuenta con una Maestría en Diseño para Medios Interactivos de la Universidad de Middlesex de Londres. Cuando vivía en Inglaterra, trabajó en la BBC, luego en una empresa gringa que se llamaba Electronic Ink y finalmente, en Ragdoll Ltd., que es la empresa creadora de los Teletubbies.

Al regresar a Costa Rica, no encontraba trabajo en lo que había estudiado, así que combinaba la docencia trabajando en un call center, hasta que se le prendió el foco y fue a ofrecer sus servicios a Garnier y Jotabequ, tratando de convencerlos de la importancia de desarrollar digital.

“Finalmente, volví a Jotabequ supuestamente a desarrollar proyectos digitales, pero, en realidad, me dieron un puesto de ejecutiva de cuentas y les puedo garantizar que era una de las peores del mundo en ese momento.

Además, mi jefe era un viejillo complicado, lo cual hizo de mi vida un infierno de 3 meses en los que pasaba de pésimo humor, me engordé como 8 kilos y fumaba como Joaquín Sabina”, relata.

De ese retorno del terror la salvó una vez más don Marcos Blanco, quien decidió abrir La Tres y ocupaba una creativa.

“Yo ni sabía qué era exactamente lo que tendría que hacer como creativa, pero acepté el puesto sin titubear”, declara.

Así, el 1º de noviembre de 2006 Marcos Blanco, Carolina Villavicencio y Marie Lopardo arrancaron La Tres, sentados en la salita verde de Jotabequ.

“Para desempeñarme como creativa me leí un libro que Nicolás Schumacher me prestó y que se llama Hey, Whipple, Squeeze This y me le pegué como chicle a don Alberto Quirós para que él me explicara cómo hacer un concepto creativo, un titular, una bajada y un eslogan”.

Por suerte, Marie siempre ha escrito muy bien y eso le ayudó para sobrevivir, y, en algunas ocasiones, hasta llegar a sobresalir como creativa.

Paralelamente a su labor de copywriter, empezó a desarrollar algunas iniciativas en digital –sobre todo en redes sociales– y fue gracias a la insistencia que le permitieron abrir el primer mini-departamento digital para La Tres.

“Yo soñaba con pasarme a digital en 100%, pero tuve que esperar 6 años vestida y alborotada hasta que se dio la oportunidad no solo de dirigir un departamento, sino de ser la cabeza del Grupo Jotabequ”, comenta muy orgullosa.

“Llegar aquí no fue fácil ni fácil ha sido ordenar esta casa, cuyas aguas estaban bien revueltas. Por suerte, poco a poco me he ido ganando la confianza de la gente y actualmente puedo decir con tranquilidad que tenemos un sistema, un proceso de trabajo y un equipo comprometido que hace que las cosas sucedan.

Ahora estamos por dar el siguiente paso: el de brillar por innovación. Tampoco será fácil, pero… ¿quién dijo miedo?”, cuestiona.

Las vueltas que ha dado su vida

Ser mamá nunca estuvo en los planes de esta mujer hasta hace como año y medio.

“Yo soy hija de madre adolescente y fui abandonada por mi mamá, quien -al tenerme a los 17- claramente no sabía ni dónde estaba parada y desde muy bebé me dejó al cuido de mis abuelos”, confiesa.

Este abandono, sumado a ser producto de un embarazo no deseado, la marcó profundamente y castró en ella todo instinto maternal.

A Marie los chiquitos no le gustaban. Es más, ni siquiera los tocaba. La maternidad le parecía lo más incómodo, cursi y limitante del mundo, por lo que lo evitó a toda costa.

Sin embargo, empezó a considerar vivir esa experiencia, pues ya era una mujer hecha y derecha con varios años de vivir con su novio y quería dar un paso más allá.

Si bien había estado casada una primera vez, no tuvo hijos en ese periodo de su vida ni pensó en tenerlos, pero, “de pronto se me ocurrió que debía darle una segunda oportunidad al matrimonio y a la maternidad y se lo anuncié a mi novio”.

Cuenta Marie que él casi convulsiona ante semejante cambio de perspectiva y planes, pero terminó apuntándose.

“Nos casamos en el solsticio de invierno el 21 de diciembre de 2011 y casi de inmediato nos pusimos a pedir bebé”, indica.

Pero el bebé no llegaba y fue cuando se dieron cuenta de que tenían problemas de fertilidad. Iniciaron tratamientos con varias pastillas, luego recurrieron a hierbas chinas con un doctor en San Francisco (EEUU) y, finalmente, Marie se sometió a acupuntura con otro chino en Costa Rica.

Para distraerse de la obsesión por quedar embarazada se metió a correr e hizo media maratón en Las Vegas el año pasado. Quedaba todavía intentar con fertilización in vitro, pero el tratamiento es carísimo y el margen de fracaso es muy alto o eso decían.

“Todo esto afectaba mi ánimo y sufría de un chichón permanente, insomnio y ansiedad”, explica.

En medio de esa crisis emocional, la invitaron a ir a La Montaña Azul a aprender a hacer Chi Kung e indica que eso cambió su vida.

De la mano de Sifu Rama (el maestro de La Montaña Azul), aprendió a «soltar» y a perdonar.

“Pude entonces perdonarme a mí misma por todos mis errores, odios y reclamos, y, muy importante, perdonar a mi pobre mamá adolescente que me tuvo sin pedirme y que vivió una vida de miseria hasta el último día, pues murió sola y triste de un derrame cerebral a los 33 años, cuando yo apenas tenía 15”, relata.

La Montaña Azul le ayudó a encontrar una espiritualidad en medio de su ateísmo y, sobre todo, le permitió estar en paz consigo misma y con el mundo.

“Esta nueva yo hizo maletas con su marido y salimos rumbo a México a empezar el tratamiento para tener bebé. Paralelamente, cayó en mis manos el libro El Secreto, que habla de la ley de atracción del universo, así que –siguiendo sus instrucciones– yo pedí quedar embarazada no de uno, sino de dos bebés, un niño y una niña, para vivir la experiencia completa de un solo tiro y que así Mauricio tuviera su amiguito para ir al estadio y yo mi chiquita para criarla como una mujer empoderada sin miedos ni ataduras”, comenta.

Y así fue. Pegaron gemelos al primer tiro y cada vez que los siente moverse en su vientre le agradece al universo la oportunidad de experimentar la maravilla de la creación.

“Para mí ser mamá es recibir la encomienda de guiar este par de almas por el mundo, enseñándoles todo lo bueno que es vivir e inculcándoles valores universales de amor, respeto, solidaridad, compasión y superación. Estar embarazada ha sido de las más bellas experiencias de la vida; es, como dice mi amiga Carmen Montero, un reinado que pocas veces se tiene, pues provoca en los demás una empatía, dulzura y generosidad nunca vistos antes. Me parece que hay algo instintivo de supervivencia de la especie que nos hace a todos proteger y amar a la mujer gestante, pues es en cada una de nosotras que se preserva la vida humana”, afirma.

El parto de Marie está previsto para el mes de diciembre, lo cual le hace exprimir al máximo cada minuto, cada movimiento y cada sensación. Mantiene un diálogo mental con sus bebés en todo momento y se pregunta si serán almas nuevas o viejas las que le están encargando en tutela.

Sea como sea, lo que ella sí sabe es que espera guiarlas por el camino de la sencillez, la curiosidad y la alegría del corazón.

“También espero no perderme yo en ellos y seguir teniendo mi propia vida, donde la maternidad es parte, mas no lo es todo. Por eso, desde ya le estoy hablando del tema a mi esposo Mauricio, ya que creo que es muy fácil caer en la dinámica ‘todo por mis hijos’ y olvidarse de uno mismo. La consecuencia de esta entrega, lejos del eterno agradecimiento de sus retoños, es que uno se vuelve un viejo triste y solitario que malgasta sus últimos suspiros esperando que alguien lo vaya a visitar. Yo quiero ser una vieja aventurera que viaja por el mundo y hace lo que le da la gana”, asegura.

Así quiere pasar sus últimos años hasta que un día se le venza el tiquete y camine por el túnel de luz para encontrarse finalmente con Dios que –según ella– no es un anciano de barba, sino una negrota tetona y alegre que, para hacer a los humanos a su imagen y semejanza, escogió África, pues era lo más lógico.