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OPINIÓN: Una juventud resquebrajada

Lucía Vásquez Vargas** / luciavasquez@gmail.com

 

Miles de jóvenes alzaron su voz el jueves 15 de noviembre en la marcha frente a la Caja Costarricense del Seguro Social indignados por la situación actual que se vive en el país. La crisis financiera de la CCSS, la “ley Mordaza” publicada esa misma semana, la agresión policial presentada en la marcha en defensa de la Caja el jueves anterior, entre muchas otras cosas, se juntaron para ser la gran gota que derramó el vaso para que miles de personas se manifestaran en contra del gobierno de la actual presidenta Laura Chinchilla y su gabinete.

Como espinas, las decisiones y acontecimientos que se han venido dando durante estos dos últimos años de gobierno se han incrustado en la comodidad del pueblo y han dado como resultado la indignación de gran parte de la población. Otros ejemplos, como el proyecto minero en Crucitas, la platina, el exuberante hueco en la autopista General Cañas, el puente bailey caído en la carretera Interamericana, la trocha fronteriza, las constantes salidas a la luz pública de actos de corrupción de funcionarios públicos y, más recientemente, la no reelección de uno de los más respetados magistrados de la Sala Cuarta, son un breve resumen de la bola de nieve que ha venido creciendo sin parar hartando al pueblo, cansándolo de tantas mentiras, ineptitud, corrupción e incapacidad para gobernar.

La situación que se vive es grave, muy grave. El pueblo se está levantando, gran parte de la juventud se está levantando… pero no es la mayoría.

De una oleada de personas inconformes me fui a uno de los cantones con mayor desarrollo humano y económico del país: Escazú.

Mientras marchaba ese jueves 15, me pregunté dónde estaba el resto de la juventud de nuestra querida patria, ¿qué estaban haciendo en ese momento?. Me propuse  encontrarlos… y los encontré. Estaban resguardados en su zona de confort: los bares élite del país.

En las afueras de “Luxe, “Home”, “Dolce” y bares homólogos que migraron a la zona este del Valle Central (como “Rapsodia” y “Casa Blanca)”, hacían fila pasarelas de jóvenes disfrazados con las modas del momento, ropa glamurosa y con estilo, esperando hacer de ésa una noche épica.


Para poder entrar el primer requisito es estar bien vestido (no es bienvenida la gente que no cumpla con el código de vestimenta). Habiendo cumplido con el primer paso, el segundo es pagar el “cover” que va desde los 3000 colones a los 5000 colones (si no hay un evento especial) con derecho a… entrar.

Camuflada con tacones y  maquillaje, entré a “Luxe”, el bar de moda en Escazú. Los vicios, la lujuria, la burbuja de elegancia que rodea a estos bares son pan de cada noche. Entre más alcohol se ingiera, mejor noche se pasa. Nada de lo que pase afuera importa, solo importa el presente, bailar, divertirse y con suerte, encontrar pareja por una noche.


Algunos dirán que mis observaciones son muy apresuradas. Es por esto que les di el beneficio de la duda y y me di la tarea de pedir opiniones de muchos jóvenes que festejaban esa noche sobre la crisis de la caja, la “Ley Mordaza” y la marcha. Respuestas como: “¿La ley que…?”, “Yo de la caja no se mucho la verdad”, “No seguí la marcha porque trabajo y no me gusta perder el tiempo en ese tipo de cosas”, reinaron por doquier.

Sería muy irresponsable de mi parte hacer generalizaciones absolutas y decir que todas las personas que asisten a ese tipo de bares tienen un grado de desinformación de realidad nacional y mundial bastante alto (sería como afirmar que todas las personas que asistieron a la marcha estaban bien informadas); sin embargo, al comparar las diferentes estrofas que se coreaban a todo pulmón en los diferentes tipos de lugares: “Laura está en España y el pueblo no la extraña” versus “Nena dime en que parte de tu tanga se metió la arena, pa` sacudirte tu estás bien buena” (Aldo Ranks, 2012), se nos sugiere que hay algo realmente mal.

“Somos jóvenes, tenemos derecho a divertirnos”, dirán algunos. Pero cuando vemos a Costa Rica caerse poco a poco, cuando vemos las miles de personas a las que se les está violentando su derecho al acceso a servicios básicos como salud, educación, agua y alimentación, cuando vemos tantos actos de corrupción llevándose a cabo en nuestra propia cara y cuando vemos un gobierno tan poco capaz y nuestro único foco de atención es “divertirnos”, esto deja de llamarse “entretenimiento” y pasa a llamarse “desinterés” e “inconsciencia programada”. Se deja de ser testigos pasivos y se pasa a ser cómplices de tantos problemas.

Mientras a muchos éstos problemas no les llegue a afectar de manera directa, ya que pueden comprar sus derechos: a la salud en clínicas privadas, a la educación en universidades privadas y así sucesivamente, y no se empiece a pensar en los demás que no tienen la capacidad de acudir a vías privadas, vamos a seguir siendo una sociedad egoísta e individualista: “lo que no me afecta no me importa”.  Y los que decidimos abrir los ojos y dejar a un lado nuestros intereses individuales y velar por el bienestar colectivo seguiremos luchando para recuperar lo que es nuestro y recuperar la suiza centroamericana que alguna vez fue nuestra realidad.

Jóvenes, nos quedan dos opciones: quitarnos las vendas, ver más allá de lo que nos dicen que veamos y pelear con todas las fuerzas por un mejor país o seguir siendo siervos menguados y seguir reproduciendo este sistema de comodidad donde el que cierra más duro los ojos es el que cree que tal vez haciéndolo los problemas van a desaparecer mágicamente por sí solos.

 

** Lucía escribió este artículo de opinión en el curso de Introducción al Periodismo.